Ambas facciones mantienen una sangrienta disputa, no por el control del tráfico de drogas sintéticas, sino por las rutas de tráfico de migrantes en la zona.
Por Parker Asmann
Ciudad de México, 24 de noviembre (InsightCrime).- Un sábado por la noche, a mediados de noviembre, los habitantes de Sásabe, un pequeño pueblo fronterizo entre México y Estados Unidos, recibieron amenazas que advertían de un inminente ataque. A la mañana siguiente, se despertaron y vieron varias casas envueltas en llamas y decenas de hombres con armas de alto calibre disparando unos contra otros alrededor de la plaza principal.
Horas más tarde, cerca de 100 lugareños, entre ellos ancianos, mujeres y niños pequeños, partieron hacia la frontera entre México y Estados Unidos. Encontraron un agujero en la valla fronteriza, cruzaron a Estados Unidos y suplicaron a los funcionarios del Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras (Customs and Border Protection, CBP) que los protegieran.
“La gente se cansó de esperar [ayuda]”, dijo Dora Rodríguez, cofundadora de Casa de la Esperanza, un centro de recursos para migrantes y la comunidad en Sásabe. “Fue algo tremendo, ellos tenían que salvar sus vidas”.
Cientos más siguen atrapados. Rodeada de áridos desiertos y montañas en el norte de Sonora, Sásabe es una pequeña ciudad de menos de mil habitantes donde el Cartel de Sinaloa ha sido durante mucho tiempo el actor criminal dominante.
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Durante los últimos 12 años, el jefe del Cartel de Sinaloa que dirigía Sásabe dejaba en paz a la gente del pueblo y les permitía trabajar, dijeron los residentes de la zona a InSight Crime. Todo eso cambió en octubre, cuando las divisiones internas por el tráfico de drogas sintéticas tras la prohibición llegaron a un punto crítico y otra célula respaldada por los Chapitos, una facción dirigida por varios hijos de su antiguo líder, Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, llegó al territorio.
Desde entonces, ambas facciones mantienen una sangrienta disputa, no por el control del tráfico de drogas sintéticas, sino por las rutas de tráfico de migrantes en la zona.
“Sí habían peleado por las rutas de trasiego [de drogas], por el control de las autoridades locales, por procesos electorales, por el control de autoridades de seguridad pública, pero es la primera vez que tengo conocimiento de que estén peleando por rutas de migrantes”, afirma David Saucedo, analista de seguridad residente en México.
UN EPICENTRO DE TRÁFICO DE MIGRANTES
Los enfrentamientos comenzaron en Altar, situado a poco más de 100 kilómetros al sur de la frontera entre México y Estados Unidos. El tráfico de migrantes es un gran negocio allí, ya que las redes criminales sacan provecho de todo, desde alojar a los migrantes hasta transportarlos y guiarlos hacia el norte a través del desierto alrededor de Sásabe.
“Esta zona de Sonora es un importante corredor de tráfico de migrantes y eso se ha convertido en un gran generador de dinero para el Cartel de Sinaloa”, dijo Mike Vigil, un exagente de alto nivel de la Administración para el Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA) en México.
A lo largo del año fiscal 2023, los agentes del CBP encontraron un récord de 2,47 millones de migrantes a través de nueve sectores a lo largo de la frontera suroeste, según datos de este organismo. El Sector Tucson, que se divide en nueve estaciones en el sur de Arizona y cubre Sásabe, fue el tercero que más migrantes recibió.
Ante el aumento de la inseguridad y diversos factores económicos, políticos y sociales que empujan a los migrantes a huir, las restrictivas políticas migratorias estadounidenses han convertido los cruces clandestinos en una de las únicas opciones viables para entrar en el país.
Cuanto más difícil es cruzar la frontera, más se benefician grupos del crimen organizado como el Cartel de Sinaloa.
Los solicitantes de asilo de Centroamérica y otros países pagan hasta 10 mil dólares por persona, según Rodríguez, mientras que los mexicanos pagan entre tres mil y cinco mil. Casi la mitad de ese dinero puede llegar a manos del grupo criminal dominante, y a veces más.
El conflicto llega en un momento de incertidumbre para el Cartel de Sinaloa. En junio, la facción de los Chapitos prohibió la producción y el tráfico de fentanilo en Sinaloa. Al parecer, esa exigencia se extendió a algunas divisiones del Cartel de Sinaloa en Sonora, aunque no a todas.
Aún no se sabe con certeza hasta qué punto se aplica la prohibición, pero los recientes brotes de violencia pueden ser un intento del grupo de reforzar el control sobre otras lucrativas economías criminales mientras esperan a que disminuya la presión del gobierno con respecto al fentanilo.
“Ahorita es súper importante el migrante porque por ahí ya casi no pasan drogas ni nada”, dijo Melissa*, una enfermera local que habló con InSight Crime bajo condición de anonimato debido a preocupaciones de seguridad. “Los migrantes pagan miles de dólares por la pasada”.
NO QUEDA OTRA ALTERNATIVA QUE LA HUIDA
Mientras las facciones del Cartel de Sinaloa luchan sobre el control del flujo de migrantes en la zona, los residentes se han visto atrapados en su propia ciudad.
“La población local está atrapada”, explica Rodríguez, la trabajadora humanitaria. “No pueden ir al norte debido a las restricciones de Estados Unidos, y no pueden ir al sur porque los carteles controlan esas carreteras. Las familias tienen miedo de quedar atrapadas en medio”.
Durante las primeras semanas de los enfrentamientos, uno de los únicos médicos de la ciudad huyó junto con otra enfermera. Estaban nerviosos. Habían escuchado historias de otros médicos que habían quedado en medio de conflictos criminales. A medida que aumentaba el número de presuntos delincuentes con heridas de bala, temían que los grupos criminales rivales les castigaran por atender, sin saberlo, al enemigo.
Los dos profesionales de la salud advirtieron a Melissa, la única enfermera que quedaba. Le dijeron que se marchara lo antes posible, pero ella necesitaba algunos días para poder organizarse a sí misma y a sus tres hijos.
Antes de que pudiera salir llegó la llamada que tanto temía.
Cuando su teléfono sonó, no contestó. Volvió a sonar. Esta vez Melissa contestó. Sabía exactamente quiénes eran los dos hombres al otro lado de la línea, aunque no se identificaron. Tenían dos heridos y exigían su ayuda.
Ella se negó. La joven madre recogió inmediatamente a sus hijos, algunos artículos esenciales, los subió a su carro y juró no exponerlos nunca más a una situación como esa. Pero al salir de la ciudad e ingresar a la autopista de dos carriles en dirección sur, notó que varios autos daban la vuelta. Los tiroteos entre las facciones rivales del Cartel de Sinaloa a lo largo de esta ruta la habían hecho demasiado peligrosa para continuar.
Desde que los enfrentamientos comenzaron en octubre, los grupos delictivos también se han enfrentado a las fuerzas de seguridad. Las autoridades mexicanas afirman que están trabajando para proteger a la población local, pero los residentes dijeron a InSight Crime que se sienten abandonados por ellos y por las autoridades estadounidenses.
Melissa regresó a casa y decidió que esa sería su última noche. No podía arriesgarse a que los hombres armados la obligaran a atender a sus heridos.
“Era mucho el temor de estar ahí con mis tres niños”, contó a InSight Crime. “El último día que estuvimos ahí en Sasabe, nosotros dormimos en el baño, (…) porque no paraban esa balacera”.
CIVILES EN MEDIO DEL FUEGO CRUZADO
Días antes de que el grupo de residentes suplicara a las autoridades fronterizas estadounidenses, las tensiones habían aumentado hasta tal punto que la facción criminal que se defendía de la incursión se había vuelto contra la población local de Sásabe. Les preocupaba que los residentes estuvieran ayudando al enemigo.
Algunos de los ataques se produjeron a plena luz del día. El 6 de noviembre, pistoleros dispararon dos veces a Rogelio Carillo a la salida de una tienda. Varios lugareños dijeron a InSight Crime que el hombre no tenía nada que ver con los grupos criminales de la zona. Dado que el hospital más cercano está a unas dos horas de distancia, en Caborca, lo cargaron en la parte trasera de una camioneta y lo llevaron al puerto de entrada en la frontera con Estados Unidos para que recibiera asistencia médica.
Dos residentes de Sásabe dijeron a InSight Crime que los oficiales norteamericanos se rehusaron a prestarles ayuda. El CBP no respondió a las solicitudes de comentarios sobre el caso o la situación de seguridad en Sásabe.
Carillo murió horas más tarde a causa de sus heridas.
Otras personas han desaparecido forzosamente. Hombres armados sacaron a un joven de su camioneta y prendieron fuego a su vehículo simplemente por pasar en el momento equivocado, afirmaron varios residentes que conocen a la víctima y compartieron videos de la escena. Dijeron que tampoco tenía vínculos con el crimen organizado.
Brotes prolongados de violencia como este, relacionados con el tráfico de migrantes, “nunca habían pasado” en Sásabe, según Melissa, la enfermera, cuya familia vive allí desde hace décadas. «Se cambiaba el cartel de un día para otro, pero ¿tanta violencia? No”.
Mientras los Chapitos intentan adaptarse y sacar provecho de los beneficios que puede reportar el tráfico de migrantes, Vigil dice que esto “puede ser sólo el principio”.
*Por motivos de seguridad, InSight Crime modificó los nombres de los entrevistados.